blogs que no leo pero que están bonitos

domingo, marzo 27

Un largo día para una larga noche.

En plural, tus lágrimas acechan. Como gatos en el tejado, muriendo frío, pasando vergüenza. Es de verdad. Como una palabra pura que te lleva hasta allá y te regresa y finges vivir. Una mentira que fluye como verdad no es mentira. Es mentira lo que fluye y fluye y fluye. No debo conseguir ese abismo infinito. Considero otra manera de secar mi cuerpo. Escupo trece palabras de mala suerte. Me como 24 horas al día. Es razón de ser. Andar con energía humana. Conforme voy, como no soy. De allá para acá, un tiempo de verdad. Más de esto. De aquello. Me pongo a pensar si estoy pensando correctamente. Lo que hago es constante y crece. Crece al unísono y no se detiene ni choca.

Esta es la mejor forma para terminar. De pronto.

miércoles, marzo 16

Six Feet Under



Geroge - ¿Sabes cómo se dice "puta" en italiano?... Pasta-tuta, hahaha.
Ruth - Esa clase de humor no me hace gracia, George.
George - Supongo que no es gracioso.
Ruth - ¡No tiene ninguna gracia! ¡Nada tiene gracia! ¡Me engañaste para casarte conmigo! ¡Sabías que estabas loco y no me dijiste nada y ahora tendré que cuidarte el resto de mi vida! ¿¡QUÉ HICE PARA MERECER ESTO!?
George - Se distingue el sabor del romero.

domingo, marzo 13

Si miento de verdad.

Fuí a ver, y mis ojos ya no me funcionaban tan bien como antes. Los locos de la calle seguían ahí, gritando hacia las casas y comiendo pavimento.

Tomaba un café barato mal colado. Mientras, me mirabas continuamente, volteabas y te ponías a saltar. Nunca he entendido la razón de esos saltos. Los locos estaban casi entrando en la casa.

Se sentía frío y era porque la ventana estaba cerrada. Los ojos de los locos construían un temor en todos, en mi, en ti, en los aparatos eléctricos. Se prendían y sonaban como nunca.

Licuaba los pensamientos de esos locos, para poder llevar conmigo una bolsa repleta de ellos. Ya estaba todo rojo en la casa, comenzaba a asesinar mis ideas.

Cerrando los ojos, los abrí. Encontré colores nuevos y alguna ropa. Tomé todo rápido y corrí lejos. Los locos me seguían como sombras muy oscuras. Pasos lentos bien seguros de hacer caminar.

Obtuve un cansancio y me llevó a la banqueta. Me he sentado y te veo corriendo a una velocidad increíble, hasta aquí. Llegaste pero te cansaste, caes conmigo.

Rendidos, congelamos el tiempo y nos perdemos en el espacio. Hicimos un nuevo aroma y contemplamos el viento y el ambiente. Los animalitos de tu cráneo me preguntaron por los locos.

Los confundí con comezón y los rasqué, maté a los animalitos y no les he respondido su pregunta. Soy un asesino de animalitos preguntones.

De pronto, los locos traen más animalitos y corren en círculos y trapecios. Muchas veces los locos. La mayoría de los locos eran sabiduría. Los locos se enfrentaron a mis enemigos.

Comenzamos una larga caminata hasta un automóvil y no encontramos las llaves del mismo porque no es nuestro. Tenemos que dejar de existir un momento para poder entrar en él.

Debemos conducir lejos, hasta muy lejos de ahí. Todavía los locos juegan con nuestros cerebros, los hacen pedazos con palabras y letras y puños. Los locos son amigos de los otros locos.

Por ejemplo, si sigo, estaré entrando en un ciclo morboso, para llevar a cabo una ambigua relación con los locos y las ventanas, los animalitos y tu cráneo, las abejas y las avispas.

Los insectos y la televisión se convirtieron en tu cuerpo humanoide que ahora me hace volar lejos del suelo suelto que se ha depositado ahí solo para que crezca vida.

Una costra que se hace y deshace cuantas veces quiere explica por qué tenemos la misma cara que los locos. Los locos me tienen así.

Pensándolos diario. Sueño vulgar. En un parque, pasear, yo debería. No tengo una idea firme de la razón y eso es un fenómeno casi común que todos sufrimos.

Tengo que pagar unas deudas con mis lagrimas azules. Mi mirada café está mal colada y tu cráneo no tiene colonias habitables. Me morderé los labios hasta soportar el dolor.

Lentamente, los locos se escuchan llegar. Uno por uno, hasta cada rincón. Ahora el cosquilleo que no me deja caminar ni tampoco me deja hacer muchos verbos más.

Los locos se comen a los locos y tu cráneo y tu cerebro. Y a mi también me comen, los dedos y las manos y los brazos y el cuello y la boca.