blogs que no leo pero que están bonitos

viernes, febrero 22

debo decirte

Las rosas que caían se desvanecían contra el suelo, los pétalos que de repente chocaban se escuchaban claramente rebotar, tus párpados que cubrían el suelo, los pétalos, tus párpados. Ya no sé.

Mira, me atacaron, ¿los ves? Tan dulces, tan suaves y los toco, son avellanas, que no sé por qué me quieren y las quiero, las suavizo con mi lengua. Los pétalos son mil sábanas que cubren un pedazo de mi, dos veces yo, mil pedazos de ti y tres veces a los dos.

Comprendo, me he devastado con alguna noticia en la televisión pero deberían de verte temblando con tanto encima, los cortes de tus párpados me erosionan la piel y enfrían mis sentidos, contigo el cielo me envuelve y envuelve, los lados de tu cuerpo son solo pedazos de alcohol que bebo.

Tengo frío, tenemos frío. Desnudos, temperatura ambiente. Cielo nublado, no entiendo más nada.

sábado, febrero 16

impacto 0

El impacto cero es cualquiera que quieras, un impacto lateral, de frente, condescendiente, atravesándote de izquierda a derecha, de pecho a espalda.

Impactame. Como lo he dicho, detrás de mi, sin que me de cuenta. Pero hasme cerrar los ojos primero. Para morir detrás de mis párpados, sin saber de nadie.

domingo, febrero 3

impacto 1

A veces los días me saben a comezón, a razón de pensar con razón, de ser así, los días se me congelan entre las manos y los hago chocar contra el suelo, los hago rebotar y quebrarse una vez, dos veces, hasta hacer de mis días hielos pequeños, introducirlos en la licuadora y mutilarlos como ellos lo hicieron conmigo, los días malos, los días de ataduras frías, los insectos volando, las aves cayendo, los edificios de metal, helados, con grandes capas de intemperie, de ríos que pierden su valle y se van por ciudades, tragos grandes de saliva envenenada, de la vida deliciosa. No me siento bien. Estoy hambriento de días comprensivos, de días que nunca terminan, aquellos que no existen, de días de cielos rojos y cafés. Ya no siento mis manos. Mis brazos se tambalean en contra de mi cuerpo y no saben ya moverse, los días vienen y van sin decir hola ni adiós. Ahora me detengo y me enfrío por completo, desde adentro hasta un punto final. Me duele todo. Mis ojos son dos hielos que observan, que te observan radiante y así, los búhos me llevan a sus árboles que nocturnos iluminan las calles, los campos, las montañas y como un felino, me brillan los ojos tras ver luces de automóviles desviados sin rumbo ni destino. Mi cabeza reacciona con lo helado y se quiebra lentamente. No es que sea un ente corrosivo pero comienzo a erradicar los suelos que toco. Mis manos, los ojos, la cabeza, todo congelado mi cuerpo se cae en un abismo que termina en fuego y aquel fuego no es más que criaturas en llamas y las llamas no son mas que figuras geométricas que me hacen dormir, que me hacen configurarme otro mundo, y configuro bien. Mi estancia es temporal, que he despertado, me he levantado y he concluido, fue todo un sueño, ya es otro día, ya es otra inherte vida. Me rasco la nariz, estornudo. Me estiro y me da un calambre, que vida tan normal.

Siento mi cama cálida y te veo entre las cobijas, no me quiero ir de ahí, de tu lado, del escombro que has creado, me acuesto, te abrazo y te despiertas porque estabas dormida, soñando que yo soñaba contigo, mientras mis sueños son que tu estabas en la cama soñando esto y aquello, y si esto es un sueño, el que estés ahí, yo no sé, pero no me quiero despertar.