Era tarde ya cuando veía el cielo caerse siempre hacia el horizonte, llovía parejo y sentía todas las gotas caer dentro de mi cabeza, mi gato, aunque no tengo, ronda la casa maullando con sus ojos siempre sin saber a dónde mirar. Ya no sabía que más imaginar, si toda la mar en mi casa o las sábanas blancas ahora rojas, estaba sintiendo lo que antes, escalofrios frecuentes y un silencio elocuente, no tengo más que recostarme en el suelo viendo el techo y siempre oyendo esas gotas que ya se fueron, el cielo se despeja con el tiempo, el tiempo se pasea por el cielo, ahora se ve la luz del Sol o es la Luna más brillante que nunca, miro mis pies descalzos pero muy firmes; ahora soy yo el que intimida al cielo o a la lluvia.
Han pasado tres días y no ha llovido nada, las nubes no se han movido. El mundo se detuvo en esos tres días; nadie sabe qué paso. Tal vez mis pies esten helados, congelados por el Sol, por esa lluvia que nunca cayó, que a mitad del trayecto se quedó, tal vez tuvo miedo de llegar al suelo que no dejaba de frío temblar; frío de locos. Ya no escucho mi respiración atacar el silencio, muevo los ojos entregándome al vacío, nunca más vacío en este mundo paralítico.
Han pasado tres días y no ha llovido nada, las nubes no se han movido. El mundo se detuvo en esos tres días; nadie sabe qué paso. Tal vez mis pies esten helados, congelados por el Sol, por esa lluvia que nunca cayó, que a mitad del trayecto se quedó, tal vez tuvo miedo de llegar al suelo que no dejaba de frío temblar; frío de locos. Ya no escucho mi respiración atacar el silencio, muevo los ojos entregándome al vacío, nunca más vacío en este mundo paralítico.