Tras esos lentes.

Frotas tan solo un cabello y siento como si pasaras sobre mí, un crepúsculo tras otro, cayéndo en las sabanas blancas de luz, tan blancas que aturden, son mi escondite, mi montón de sabanas blancas y pensamos en que debemos saltar sin alcanzar, algo por arriba tocar y caer. Borramos el arroz del suelo, esos marcos tan frustrantes, maullidos de gatos de tejado y dolores, solo dolores de cabeza. Cierro los ojos para descansar del blanco monótono y de lo que me espera al desenvolverme, oscuridad, con fuerza oscuridad atroz y te escondes otra vez como una presa de carnívoro.

Afuera la luna ataca los sentidos de cualquiera, brillante, casi tocable, con polvos lunares, cráteres y estrellas movidas, de nuevo dolores, tan solo dolores de cabeza; palpita el cerebro, piensa el corazón, no hay más mentiras entre nuestras voces, conoces mis uñas, yo conosco tus frías manos, ahora no hay viento, no es como antes se sentía en la piel significatoriamente, ahora es vacío el espacio. De momento me pierdo en esos ecos, nada confunde mis ojos que confunden lo que nada debería ser.

Amortiguan mis caídas, relacionan los silencios, todas esas palabras, todo eso que flota, que no es más que nuestras cabezas una contra la otra, pestañas otra vez juntas, pestañas desnudas se unen y pelean contra lagrimas que acaban en tu boca, es extraño no haber convertido a cada una en ave alguna para así hacer que vuele la tristeza. Y mentiría o diría la verdad si mi boca hablara, mudo o perplejo, compaces y tiempos perdidos, escalas, notas, momentos perdidos, desde muy lejos la gente cae, ahora llueven las personas y se habla con las gotas, lo es nada, tengo miedo de que lo sea todo. Desarman mi cabeza tus palabras.