la vida, dentro de

Erase una vez un incienso que era consumido por el calor de una noche tan oscura como los ojos de alguien que ve el Sol temblando y tiembla con el frío que este no lleva consigo para no tener que contradecirse. El incienso se convierte en humo con un aroma a violencia que va existiendo en tus fosas nasales conforme el humo crece y lo absorbes con cada respiración, lentamente el humo invade tus pulmones y estos se contraen y les atrae ese humo que penetra sus paredes para así el cuerpo conocer mientras duermes soñando que más humo ataca tus sueños cada vez más coherentes, cada vez más confusos. 1, 2, 3, 4, a dormir; la vida es corta por un momento cuando va creciendo y derepente ya tienes la edad suficiente para poder escribir y leer y oler el incienso, tu mente viaja a través de todo lo que afuera esta pero tienes miedo de convertirte en otro de esos que no sabes qué son cuando están más cerca de ti que de aquellos. Dentro de tí. Porquerías convertidas en pistolas que por ser pistolas disparan una bala por segundo sin herir a nadie. Los inciensos vuelan por todo el cuarto dejando humo, pero ya no se sabe si es humo de pistola o de incienso. Todos prefieren huír aunque siempre he estado solo. Bueno, si todos prefieren huir lo haran. Su vida dejarán, ojos mentirosos, un día después de otro siempre. Nunca intentas encontrar algo para decir, solo tus ojos quieres mover, con un sentido único pero sin la vida de vista perder. Aunque no lo creas, estallas.