no, gracias día, tengo prisa

Lo ví, detrás de tu pupila, ni yo estaba seguro de si era o no. Dentro del aire, recordar volar, flotar desde adentro. Siente que te deshaces por los ojos y ahora mírame destrozándo el mundo. Soy yo. Pequeño como pulga pero masivo como una bomba atómica. Me enferma el desconocimiento, no soy parte del hilo de la vida. Ese hilo me ahorca cada vez más hasta matarme, cortarme la respiración. Darme de lleno en el corazón, un golpe seco, un nudo frío e imposible de deshacer. Porquerías del destino, palabras en vano, situaciones convincentes. Ultimamente no he dejado de temblar, he dejado de ver mi mundo igual, ayer fue otro día complicado, la noche oscura parecía herida por las nubes, yo me sentaba en los escalones y temblaba. Mientras subía cada escalón y comenzaba a sollozar, comenzaba a ser un tanto ridículo. Esto es extraño, extraño ahora.

Destapa esa botella, es necesario, es mi necesidad, me hace recordarte y recordad no olvidar. El fin del mundo lo ví pasar. Era casi imposible detenerlo, pero lo hice, se desconoce, tumbé todas las ventanas. Miré de una vez por todas atrás, me emborraché en mis lágrimas tibias, temblaba y me iba de lado. Un sin fin de mundos por todos lados. A tu lado, la casa mojada detrás y ciertas máquinas y objetos inhertes, animales, cosas desastrozas. Espejismos de un mundo real y sin mí. La vida es corta, pero sin todo aquello me parece una eternidad imposible de vivir por la cual paseo a diario. He de soportar la locura, la desnudez, la embriaguez, la antigüedad de las cosas, los sonidos vagos.

He de soportar esta comezón en mi cabeza, en mi cráneo, en mi cerebro. Que a diario siento, te extraño y la comezón me vuelve loco, me embriaga, me hace pensar, la siento en mi cabeza, en mi cráneo, en mi cerebro. Pero cómo rascar si no me alcanzo. En eso me ayuda tu presencia, borra, elimina y erradica toda molestia en mi cerebro. Tengo prisa de verte.