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jueves, febrero 24

No me gusta que me digan lo que tengo que hacer para que me guste lo que me digan que tengo que hacer.

Un día de estos, te robaré todas esas ideas grandiosas que tienes. Si, eso haré. Luego me convertiré en ti y me haré pasar por alguien más para confundirme más. Algunas cuerdas se convierten en la música de mi vida y me dejo llevar por una que otra armonía opaca desde aquél rincón lleno de alcohol y algunas impurezas.

Toma un asiento porque es momento de que sepas que estamos aquí para algo. Los doscientos días ya pasaron. Ese mundo que conocías es ahora otro, es hora de que pienses diferente que los demás. Los demás no son importantes ahora, en este momento, te puedes comer el mundo con esas ideas. Las ya no tan vagas idas y vueltas de tu cabeza se pueden llevar consigo tu cuerpo, no te dejes llevar por lo que piensas. Hazlo diferente y vive la vida, estás en ella para eso.

Una roca está madura, el cielo está maduro, la manzana está madura. El frío que tienes está maduro. En tu cuerpo, el calor se come al frío. Un calor maduro. Caluroso. Constante, como cualquier parpadeo intenso. Cólera. Inseguridad. Pensamientos descabellados. Un morder del labio inferior. Pensar en ti, no es terror. Es sentir, que vuelo, que caigo, que me comprometo al fuego. Que me quemo, que estás ahí. Que se confunde mi cuerpo, que se confunde mi día. Que estoy aquí. Que no hay más allá.

No sé si te importa que haga lo que hago, que haga lo que hago al revés y que te confunda en un dos por tres. Estamos como un rayo siendo rayo. El relámpago es todo lo que sucede. Mientras, un mundo se acaba y otro nace. No hay un final, siempre hay algo que sigue. Ese algo que todos tienen en mente, una duda eterna.

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