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lunes, febrero 27

Hilo.

Tengo que hacer algo durante un tiempo, a veces me sobrepaso, es lo bueno del poder ser alguien, ese bienestar que nadie más se crea, nadie más puede, eres tú contra él, peleando constantemente antes de encontrate fuerte detrás de una puerta, dispuesto a todo, a derribar, a seguir confusiones, peleas definitivas sin rival alguno, es suficiente para el tiempo que te entorpece y me entorpece encontrarme en algún sitio, tambaleándome desbalancedo. Dejándome ir por un hilo que cruza la puerta y no vuelve, nunca volví a verlo, ese maldito hilo delgado que cruzaba y atacaba tu rinconcito blando, hacía un nudo y se perdía dentro, para no volverlo a encontrar. Un hilo que desata peleas que son atrapadas por el tiempo. Me figuro entre las figuras de un ayer, los adornos de la alcoba, el hilo con un nudo hiriente. La fuente de una idea que se pierde poco a poco y se desliza por el suelo escapando por la puerta, se derrumban las paredes ante una red indestructible conformada por cada vez más hilos con nudos y cada vez más nudos que no puedes deshacer porque es simplemente imposible. Los nudos ahora están atrapando tu cuello contra la pared que derrumbada forma más ideas lamentables, impuras, insanas, ideas frías y pesadas. Un hilo que se deshace por el viento y se pierde con algún cabello suelto, el suelo se pone resbaladizo y tiembla, todo tiembla, los objetos caen lentamente y se detonan bombas y sueños, pequeños huecos en el tiempo son formados y se repiten con frecuencia con aún más nudos que antes. Ante el ayer un futuro se avecina y nadie está preparado, escucha bien y deja de respirar, piensa en existir paralelo a la vida, nadie está preparado, huye, observa, sufre, cava, enfurece, vuelve, deja que las cosas te desanimen. Un gran nudo hiriente en el hilo, es colosal pensar en deshacerlo, con tus dedos que se deslizan y se pierden en el cabello que tiembla y las cosas que resucitan de una neurona a otra, que frías se congelan y se entorpecen de calor, se pierden en el vuelo de un ave, en un silbido, en los ojos de una niña, se pierde todo en esos ojos. He encontrado que ya no estás en la misma ventana de todos los días, siempre cruzaba perdido en tus miradas por la calle, buscando uno de tus ojos hirientes. Desconsolado, acelero mi ausencia ante la situación, me pierdo en un momento que no ha llegado, que se ha perdido en las calles, debajo de la sombra, debajo de un pequeño sufrir, de un desliz de emociones que cruzan todo el parque cerebral. Eso se estropea de pronto, los ojos perdidos, la mirada ensangrentada y todo lo demás, se pierde en un espacio blanco que se olvida, se ha creado para ser olvidado. Los hilos que enrredan las ideas son redes que cazan el tiempo que a su vez es una red y como red captura los momentos que se rompen contra el viento y ahuyentan los sonidos de un frío y dulce invierno que no se ha postergado pues la fecha es incorrecta y quiere atacar la indefensa vida de algunas letras, componiéndose ante todo, lentamente y trascendente, configuran una mente que se pierde en los peldaños de un futuro que construyen las ideas que se pierden en la vida de un instante que se ha dejado llevar por el viento que no existe pues todo es una fuerza nula atorada contra el suelo que crece hasta el cielo y se disuelve con el humo que pasea por el aire de un nuevo día que está por concluir y por eso no se pueden llevar más ideas al cerebro que se come a sí mismo condenado y atrapado en un mundo de monotonía sin noches que puedan ser días, dos mundos fríos con vidas congeladas y un atrayente sentido de la existencia y tres mundos ideales para conocer lo que no existe. Ya me convertí dos veces en las letras y trescientas veces en alguien, desde algo, desde un fruto que nació y creció, cayó en el suelo que está un poco resbaloso. No esperaba esperarte tanto.

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